Mi abuelo y la experiencia como fuente de información

Siempre que elaboramos un trabajo de investigación académico nos vemos forzados a incluir en todo momento citas, referencias y complejas bibliografías. Comprendo que esto es algo necesario, pero, hoy vengo a hacer una apología de aquella fuente de información que a menudo queda marginada por los círculos académicos: La experiencia de aquel que vivió y conoció 

Las personas mayores son un verdadero pozo de sabiduría que los jóvenes solemos ignorar. Yo, siempre he estado interesado por mi historia familiar, y me vino esta curiosidad por casualidad. Mi abuelo, al que le dedico esta entrada, siempre me hablaba de un tal “Abuelo cebolleta” de los tebeos, al que él siempre había querido parecerse de cuando fuera abuelo, que contaba historias a sus nietos todo el tiempo, las famosas batallitas. ¡Y vaya si lo hacía! Con el paso del tiempo, veces me contaba una y otra vez la misma y yo, que sólo quería ver su cara de felicidad, me paraba a escucharlas una y otra vez, simulando sorpresa.


El abuelo de la familia cebolleta, persiguiendo a sus nietos para contarles “batallitas”


Y no era para menos. Siempre he sentido curiosidad por los tiempos pasados, y viniendo mis padres de entornos muy distintos de la ciudad de Sevilla, les pregunté a mis abuelos por sus vidas, todas con un denominador común: la miseria, aunque con la gran diferencia del signo político de la familia durante la guerra y la dictadura. Muchas grandes historias me fueron contadas. Mi bisabuelo, líder de la asociación de practicantes de la UGT en Sevilla, no tuvo una vida fácil durante la guerra: El practicante iba de casa en casa curando a las personas, en una época en la que mucha gente no tenía dinero y pagaba al trueque, y mi abuelo, recordaba ver pagos en huevos, leche, e incluso una gallina que correteaba por casa tras vacunar a una familia. A mi bisabuelo, por azar, un día vino a visitarle durante la guerra un teniente coronel, con su hija moribunda, en brazos. Mi bisabuelo al parecer la vacunó y sanó de la fiebre, y no le pidió nada a cambio. Él a menudo solía, por caridad cristiana, perdonar las deudas en una época en la que poco o nada se tenía. El caso y lo fascintante de esta historia es que mi bisabuelo, por azares de la vida, es descubierto como asociado sindical de la UGT y mandado a un campo de concentración de Los Remedios. Reo del franquismo y a punto de ser ejecutado, reciben desde la centralita una llamada de un teniente coronel de la Guardia Civil: Era el mismo a cuya hija había salvado hace escasos meses. “A él, que le perdonen la vida, que por su caridad y valores cristianos la merece”. Tras un par de codeos más, consiguió enterrar de las bases de datos su historial como líder sindicalista a cambio de afiliar a sus hijos a Falange. Él mismo, por principios, decidió no hacerlo, y tanto el como mi abuelo fueron miembros activos de la única oposición existente durante la dictadura: El partido comunista, realizándose algunas tertulias en un sotanillo de una humilde casa de campo a las afueras de Sevilla. En apariencia para el régimen, eran ciudadanos normales adeptos a la dictadura, en realidad, fue un férreo ideólogo político y miembro activo de la oposición al régimen, junto con su primo, más conocido que él, Antonio Granados Valdés, también conocido por su pintura y ser líder de las JSU en Nerva.


Otra de las historias a las que tuve acceso es a la del tío de mi abuelo: Tomás de Prada, que carga tras sus hombros el triste mérito de ser la primera víctima de la guerra civil española. La historia la escuché de si boca, y para mi sorpresa, si que existe un blog que dedica una entrada a él y su historia en internet, además de una mención en su autobiografía. Resulta que, fue el primero en enterarse del plan del alzamiento, lo denunció y quiso ponerlo en conocimiento de Azaña, y le pararon los pies, ofreciéndole unirse a la sublevación, a lo que se negó y por este motivo, fue ejecutado el 17 de Julio de 1936, el primer día de la guerra. Dejo, en su memoria, la entrada al blog en la que se le hace mención: El Teniente Tomás de Prada, el primer asesinado del alzamiento.


Por último quisiera reincidir y aportar toda la información bibliográfica utilizada para esta entrada, la fuente, no es más que mi abuelo, su memoria, su experiencia y la herencia que ha dejado en la mía, que ha permitido que esta y tantas historias vivan y se manifiesten a través de mi.

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